Habitantes de Bello Horizonte, en Arauca, solo ven el agua cuando la lluvia inunda las calles y sus casas

Habitantes de Bello Horizonte, en Arauca, solo ven el agua cuando la lluvia inunda las calles y sus casas

En las periferias, como estrategia, se han instalado mecanismos artesanales para extraer el agua subterránea del terreno.

Por. Lauren FrancoPeriodista Unimedios- Arauca

Una investigación adelantada por el Laboratorio de Agua, Suelo y Foliares de la UNAL Sede Orinoquia, en colaboración con el geólogo Jarib Rincón, demostró que los pozos subterráneos de 8 barrios de Arauca tienen un alto grado de contaminación, y que sus aguas, sin un debido tratamiento, no son aptas para el consumo humano.

“La gente está usando esta agua y los pozos están contaminados química y biológicamente, ya sea por el antiguo relleno sanitario o por otros factores”, expresa el geólogo Rincón, y además asegura que “en las muestras obtenidas se encontraron varias bacterias relacionadas con las heces coliformes como Escherichia coli,además de un alto contenido de hierro, lo cual contribuye a que se generen enfermedades gástricas a largo plazo si no se hace el tratamiento adecuado”.

Agua, la esperanza de Bello Horizonte 

Los niños de estos barrios –en su mayoría asentamientos ilegales– solo ven el agua cuando las fuertes lluvias inundan las calles y sus casas. Esta situación lleva más de 9 años sin que hasta el momento ningún ente haya atendido el urgente llamado que hacen sus habitantes. “Yo digo que lo primordial de una vivienda digna es el agua potable, y es justamente esa dignidad la que le hace falta a mi comunidad”, afirma Janeth Arenas, presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC) del asentamiento Bello Horizonte.

Bello Horizonte es un asentamiento del municipio capital de Arauca ubicado fuera del casco urbano –entre el Aeropuerto Santiago Pérez Quiroz y la UNAL Sede Orinoquia– que antes funcionaba como un relleno sanitario, y que hoy tiene viviendas de láminas de zinc. Paradójicamente para llegar allí se debe atravesar la vía que conduce a Caño Limón, uno de los pozos petroleros más importantes del país y cuya riqueza por la bonanza petrolera, prometida a la región, no la ven los habitantes de esta comunidad.

Llegar a este asentamiento es una especie de suerte: suerte si un taxista decide entrar en medio de una trocha sin pavimentar, y suerte si el clima no ha hecho de las suyas en un barrio donde no hay acueducto y cuando llueve el agua puede llegar a las rodillas. “Mija, traiga botas”, fue la primera recomendación que nos hizo Janeth, pues las fuertes lluvias de los últimos días inundaron por completo las calles.

Janeth pasa con normalidad con chanclas y un short en medio del agua. Al inicio es un barro no tan escandaloso, pero es cuestión de avanzar un par de metros para que el panorama cambie, el agua empezaba a esconder nuestros pies, y todo se redujo en una imagen: dos niños de menos de 4 años jugaban como si estuvieran en una piscina. “Esta es la escena diaria, y por más de que uno les diga a las familias que eviten que esto pase, no hacen caso”, asegura Janeth mientras ayuda a levantar a uno de los niños que cayó sobre una de las bolsas de cemento improvisadas para que el agua no entrara a la casa.

“Yo soy alérgica a las botas por eso no las uso, pero ahora ya me está cobrando factura” expresa al momento de levantar su licra y dejar en evidencia las ronchas que le han salido, según ella, por el agua. El agua que cruza las calles y que incluso entra a las casas en Bello Horizonte es el resultado de la lluvia, el barro, y además los restos de los pozos sépticos que instalan los habitantes para improvisar un sanitario.

Lo que es un derecho reconocido por la Asamblea General de las Naciones Unidas es un sueño para las 443 viviendas de Bello Horizonte. Una realidad que, según la organización Cepei, se replica en 352 municipios del país donde cerca del 60 % de los hogares no consumen agua potable. La Ley 142 de 1994 regula la prestación de servicios públicos incluyendo el acueducto y el alcantarillado, pero para los asentamientos esto no sucede.

Según el DANE, la población de Arauca supera los 87.000, habitantes de los cuales el 18 % habita en zonas rurales, y si aquí el acceso al agua es precario, en las zonas rurales el panorama se vuelve más grave.

Los habitantes de Bello Horizonte, lo mismo que en otras zonas rurales de Arauca, se las ingenian instalando unos “puntillos” –tubería artesanal que se introduce a profundidad en la tierra para absorber el agua–, por medio de los cuales, con el apoyo de una bomba de agua, extraen el líquido que llega a sus casas. Sin embargo, esta agua no es potable y pone en riesgo la salud de las personas.

Aquí, al igual que en los otros asentamientos, acceder al agua es un tema de dinero “el que puede compra bolsas de agua, el que no, le pide a la vecina o toma de los puntillos”, expresa Janeth justo en el momento en que un señor con la pinta llanera común –sombrero, alpargatas y pantalón doblado– pasa por su lado con una bolsa de agua.

El geólogo Rincón asegura que es necesario intervenir con un tratamiento oportuno estas aguas que están siendo utilizadas cotidianamente por los habitantes de estos barrios, ya que “puede haber enfermedades asociadas con la ingesta de hierro”. Debido a su cercanía con el río, los contaminantes tienen una alta probabilidad de pasar a este, el cual funciona como fuente de agua del municipio de Arauca.

Planta de Tratamiento de Agua Potable de la UNAL Sede Orinoquia, modelo que se debe replicar

A la Sede no llega el acueducto del pueblo; al igual que en los asentamientos aledaños, el agua que se suministra a la comunidad proviene de pozos subterráneos, muy similares a los puntillos de las comunidades de Bello Horizonte: a través de una bomba es extraída y llevada a la zona de tratamiento.

Gina Ávila, ingeniera ambiental y profesional de Gestión Ambiental de la Sede, explica que el pozo tiene una profundidad de 25 m y una capacidad de 10.000 m3. La Universidad, al ver la necesidad de suministrar agua potable, ha decidido aprovechar los pozos subterráneos de la región, una acción que el geólogo Rincón considera que se debe llevar a cabo: “el volumen de las aguas superficiales (ríos) de la región es ineficiente en ciertas épocas del año; por eso es necesario aprovechar otras fuentes como las aguas subterráneas” afirma.

Las aguas subterráneas tienen mayor capacidad, resisten la contaminación, y por no estar sujetas a las condiciones climáticas, su volumen es mayor. Pero el problema es el costo económico que representa el tratamiento de esta agua; aun así, es una alternativa viable en la región.

Incluso en 2015 la Empresa Municipal de Servicios Públicas de Arauca (EMSERPA) manifestó en un documento los inconvenientes que presenta la red de acueducto de Arauca. Afirma que se ha presentado una disminución en la disponibilidad de agua potable, además de la elevada coloración del río Arauca, la presencia de detergentes, fertilizantes y flujos de lodo en épocas de lluvia.

Legalización de su barrio, la oportunidad del agua potable

Hace nueve años Janeth llegó a Bello Horizonte con la ilusión de tener un techo en donde vivir con su hijo y con la bebé que esperaba. En medio de las dudas, y casi a punto de dar a luz, se fue a Bello Horizonte y se hizo a su lote.

Ahora la lucha de Janeth y de la JAC es la legalización del barrio, con la que podrían acceder a servicios básicos como el alcantarillado, pero es un trabajo largo en el que incluso les piden modificar las viviendas. “Acá la mayoría de las casas son de láminas de zinc y muchas personas tienen para la comida pero no para un ladrillo ni para mejorar su casa, y eso no lo entienden”, expresa.

“Mi nidito de ratas”, dice Janeth con lágrimas en los ojos al recordar que una noche oró a la Virgen para que le hiciera el favor de tener una casa. “He pasado tres inundaciones fuertes y aún no me la tumban […] tuve que dormir en el piso con mis hijos, pero acá seguimos” afirma mientras mira con esperanza la comunidad que han construido y que espera algún día ver pavimentada, con alcantarillado y agua potable. “Yo no pido lujos, solo vivir dignamente”, concluye.

 

 

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